Viniendo de una vida con “comodidades”, decidí dejar estas a un lado para realmente ponerme en los -viejos y muy usados- zapatos de las personas con escasos recursos. Desde el segundo que emprendimos este camino empezamos a recibir constantemente. Realmente comenzó con una gran sonrisa de John, el taxista encargado de llevarnos hacia nuestro hogar con el cual tuvimos una conversación muy placentera. Una vez llegados a nuestra nueva casa para conocer a nuestra familia, salieron América y Fernando a abrazarnos como si ya nos conociéramos. Honestamente, una de las bienvenidas mas cálidas de toda mi vida.
Era un hogar, no una casa. Y este hogar, era nuestro por las siguientes 5 semanas. Y América y Fernando, nuestra familia. Ellos no solo nos abrieron las puertas de su casa, nos abrieron las puertas de sus vidas con una naturalidad muy especial. Que fácil fue para ellos darnos cariño y tratar de darnos todas las comodidades posibles. Desde ese instante empecé a conocer otro tipo de caridad, otro tipo de cariño, probablemente el mas genuino. En mi segunda semana de voluntariado en Quito me dio una gripe un poco fuerte, que era de esperarse por el tipo de contacto con los niños y la escasez de higiene de ellos y el sitio donde trabajaba. Un día a pesar de las ganas de trabajar, decidí quedarme para descansar y que la fiebre pase. Y aunque nuestro programa solo cubría desayuno y cena, América durante esa semana se pasó dándome tés naturales para descongestionarme, sopitas de verduras en el almuerzo y mucha atención, acompañada de abrazos.
Cada comida que recibíamos venia con una dosis muy alta de amor, además, América se encargo de que Antoine pruebe ¡cada plato típico! Y para mi, se ingeniaba unos platos Ecuatorianos-vegetarianos espectaculares y con poco gluten -dada mi fuerte intolerancia-. Lo que para muchos fuera una molestia para América fue un momento de aprendizaje, desde que llegué me comentó que había investigado sobre que podía comer y que no podía comer, con mucho entusiasmo. Y con ese mismo entusiasmo preparaba mis platos. Una noche, luego de hacer un hike en Quilotoa, del cual llegábamos llenos de polvo, cansancio y sudor listos para bañarnos y cenar los espectaculares platos de América; no había luz. Decidimos reírnos de la situación y así como América, aprovecharla para un mayor crecimiento. Después de todo, de esto se trataba esta experiencia. Sin alargar el cuento, no tuvimos luz por 4 días. En el segundo día nuestros “papas temporales” nos ofrecieron pagarnos un hostal para que estemos cómodos. ¡No lo podíamos creer! Que nivel de generosidad, y que generosidad tan genuina. Por supuesto negamos la oferta y nos quedamos en la aventura de cocinar bajo la luz de las velas y unas cenas muy especiales.
Así como estas experiencias tan especificas marcaron el comienzo de nuestra aventura, el cariño que recibimos de los niños y de los organizadores de la fundación VCE y UBECI fue la esencia de toda esta etapa. ¡Recibíamos amor incondicional a diario! Además, también fuimos testigos de su gratitud y confianza. Yo, siendo una persona muy reservada aprendí una nueva manera de compartir, una muy honesta. Aprendí de cosas simples como bailes que nos regalaban los niños, su única fruta que nos compartían, sus ganas de peinarnos o de jugar futbol conmigo -el cual no es un deporte que domino en lo mas mínimo-. Las historias que nos compartían, sus abrazos fuertes -que a veces dejaban moco o tierra en mi suéter-, sus lágrimas en busca de apoyo, sus ganas de aprender lo que les queríamos enseñar, y, sobre todo, sus sonrisas al vernos. Espero algún día alcanzar tal nivel de generosidad al mundo.




Este artículo fue increíble a pesar de mi limitado español. Estoy muy orgullosa de todo lo que has hecho, ¡sigue así! Je t’aime.
Clémence
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Son admirables!! Los quiero mucho, el mundo debería estar lleno de ángeles en la tierra, como ustedes:)
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